El peligro de tratar la fiebre de los niños con paracetamol e
ibuprofeno
Iván Gil
17/10/2013 (06:00)
La administración a los niños de paracetamol e ibuprofeno de forma combinada para bajarles la fiebre es una práctica extendida entre los padres. La
popularización de este tratamiento responde a la creencia errónea de que es más eficaz y reduce los efectos secundarios de los analgésicos o antipiréticos en
los menores, como defendían hasta hace pocos años la mayoría de pediatras. Sin embargo, los estudios médicos realizados hasta ahora no han encontrado
ninguna evidencia científica que avale estas tesis.
La última investigación sobre los tratamientos combinados de ibuprofeno y paracetamol, llevada a cabo conjuntamente por los departamentos de farmacología
de las universidades de Arkansas y Kentucky, ha arrojado conclusiones aún peores. No solamente carecen de eficacia, sino que “agravan la fiebre y
empeoran la gripe”, incluso en solución para niños.
En el estudio publicado en la revista de la American Academy of Pediatrics también se documenta una encuesta con resultados poco esperanzadores: la mitad de los padres objeto de estudio suministraban dosis demasiado elevadas de estos analgésicos, que se pueden adquirir sin receta médica y a los
que se acude aunque el niño sólo tenga unas pocas décimas de fiebre. En este caso se multiplica el riesgo de sufrir patologías cardiacas o asma, mientras que
puede provocar daños al hígado y a los riñones.
La fiebre como anticuerpo
La propia Asociación Española de Pediatría ha alertado sobre los riesgos que implica la medicación excesiva para la salud los niños. Asimismo, el pasado
mes de junio se publicó en The Lancet un voluminoso metaestudio, financiado por el Consejo de Investigación Médica del Reino Unido, en cuyas conclusiones
se advertía que la medicación excesiva de ibuprofeno eleva al tres por mil el riesgo de sufrir un infarto.
Cuando se trata sólo de unas pocas décimas por encima de la temperatura corporal normal, la fiebre juega un papel de anticuerpo contra las infecciones,
por lo que intentar eliminarla con fármacos podría empeorar la enfermedad del niño. Los autores de la investigación concluyen que sólo se debe administrar un
analgésico para evitar riesgos y mejorar la eficacia del tratamiento, en lugar de combinarlos como popularmente se hace.
“Los pediatras deben hacer pedagogía con los padres para que entiendan que la fiebre, cuando no es muy alta, no es mala por sí misma si el niño está
sano. No se trata de una enfermedad, sino de un mecanismo fisiológico de defensa que tiene beneficiosos efectos a la hora de combatir las infecciones”,
sentencia los autores en las conclusiones del estudio.
Existen distintas marcas en el mercado indicadas a diferentes grupos de edad, como es el caso de Dalsy, lo que incrementa el margen de error en los
padres que deciden automedicar a sus hijos, pues las dosis máximas varían. Como ocurre con la mayoría de fármacos, la mejor opción es consultar al médico
antes de consumirlos.
Tratamientos alternativos
El consumo de analgésicos en los países industrializados sigue aumentando de forma “excesiva”, como ya han alertado varios informes de la ONU en los
últimos años. La OMS también ha advertido sobre la necesidad de reducir su prescripción a casos en los que sólo sean absolutamente necesarios y
recomienda buscar tratamientos alternativos cuando sea posible. Especialmente, si existen antecedentes familiares o si el paciente presenta otros factores de
riesgo, como la presión arterial alta o colesterol elevado.
Para elegir de la manera más adecuada posible los analgésicos, los expertos ofrecen dos consejos claves a tener en cuenta por los consumidores. El primero
es que las personas con dolores crónicos, que no puedan dejar de tomar calmantes, reduzcan la dosis lo máximo posible así como la duración del
tratamiento. El segundo consejo es que, en caso de contar otros factores de riesgo asociados a las enfermedades cardiovasculares (fumar, presión arterial
alta o colesterol elevado) se pida una evaluación médica para determinar los riesgos del consumo de este tipo de fármacos en base al historial clínico personal
y familiar.
Iván Gil
17/10/2013 (06:00)
La administración a los niños de paracetamol e ibuprofeno de forma combinada para bajarles la fiebre es una práctica extendida entre los padres. La
popularización de este tratamiento responde a la creencia errónea de que es más eficaz y reduce los efectos secundarios de los analgésicos o antipiréticos en
los menores, como defendían hasta hace pocos años la mayoría de pediatras. Sin embargo, los estudios médicos realizados hasta ahora no han encontrado
ninguna evidencia científica que avale estas tesis.
La última investigación sobre los tratamientos combinados de ibuprofeno y paracetamol, llevada a cabo conjuntamente por los departamentos de farmacología
de las universidades de Arkansas y Kentucky, ha arrojado conclusiones aún peores. No solamente carecen de eficacia, sino que “agravan la fiebre y
empeoran la gripe”, incluso en solución para niños.
En el estudio publicado en la revista de la American Academy of Pediatrics también se documenta una encuesta con resultados poco esperanzadores: la mitad de los padres objeto de estudio suministraban dosis demasiado elevadas de estos analgésicos, que se pueden adquirir sin receta médica y a los
que se acude aunque el niño sólo tenga unas pocas décimas de fiebre. En este caso se multiplica el riesgo de sufrir patologías cardiacas o asma, mientras que
puede provocar daños al hígado y a los riñones.
La fiebre como anticuerpo
La propia Asociación Española de Pediatría ha alertado sobre los riesgos que implica la medicación excesiva para la salud los niños. Asimismo, el pasado
mes de junio se publicó en The Lancet un voluminoso metaestudio, financiado por el Consejo de Investigación Médica del Reino Unido, en cuyas conclusiones
se advertía que la medicación excesiva de ibuprofeno eleva al tres por mil el riesgo de sufrir un infarto.
Cuando se trata sólo de unas pocas décimas por encima de la temperatura corporal normal, la fiebre juega un papel de anticuerpo contra las infecciones,
por lo que intentar eliminarla con fármacos podría empeorar la enfermedad del niño. Los autores de la investigación concluyen que sólo se debe administrar un
analgésico para evitar riesgos y mejorar la eficacia del tratamiento, en lugar de combinarlos como popularmente se hace.
“Los pediatras deben hacer pedagogía con los padres para que entiendan que la fiebre, cuando no es muy alta, no es mala por sí misma si el niño está
sano. No se trata de una enfermedad, sino de un mecanismo fisiológico de defensa que tiene beneficiosos efectos a la hora de combatir las infecciones”,
sentencia los autores en las conclusiones del estudio.
Existen distintas marcas en el mercado indicadas a diferentes grupos de edad, como es el caso de Dalsy, lo que incrementa el margen de error en los
padres que deciden automedicar a sus hijos, pues las dosis máximas varían. Como ocurre con la mayoría de fármacos, la mejor opción es consultar al médico
antes de consumirlos.
Tratamientos alternativos
El consumo de analgésicos en los países industrializados sigue aumentando de forma “excesiva”, como ya han alertado varios informes de la ONU en los
últimos años. La OMS también ha advertido sobre la necesidad de reducir su prescripción a casos en los que sólo sean absolutamente necesarios y
recomienda buscar tratamientos alternativos cuando sea posible. Especialmente, si existen antecedentes familiares o si el paciente presenta otros factores de
riesgo, como la presión arterial alta o colesterol elevado.
Para elegir de la manera más adecuada posible los analgésicos, los expertos ofrecen dos consejos claves a tener en cuenta por los consumidores. El primero
es que las personas con dolores crónicos, que no puedan dejar de tomar calmantes, reduzcan la dosis lo máximo posible así como la duración del
tratamiento. El segundo consejo es que, en caso de contar otros factores de riesgo asociados a las enfermedades cardiovasculares (fumar, presión arterial
alta o colesterol elevado) se pida una evaluación médica para determinar los riesgos del consumo de este tipo de fármacos en base al historial clínico personal
y familiar.
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