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domingo, 13 de noviembre de 2016

2 Libros de Adolfo Pérez Agustí ‘Medicina Cuántica’

2 Libros de Adolfo Pérez Agustí

‘Medicina Cuántica’

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Vivimos una época de grandes cambios e insatisfacciones que está obligando a los profesionales de la medicina de todo el mundo a cambiar sus conceptos sobre salud y enfermedad.

El médico ya no es esa persona que todo lo sabe y en quien ponemos ciegamente nuestra salud y enfermedad, pues los miles de denuncias que acumulan diariamente nos ponen en alerta sobre su eficacia.
El conocimiento que tienen las personas sobre alimentación y enfermedad aumenta sensiblemente, y algunas de las revistas de mayor venta tienen como tema principal la salud, existiendo todavía la pugna entre las que defienden el “método natural” y las que hablan solamente del “método científico”. Pero cuando ambas tendencias habían encontrado ya sin problemas su sitio entre la población, la medicina cuántica las obliga a reflexionar a ambas, ya que introduce nuevos datos que hasta ahora no teníamos en cuenta.


Ya no basta con realizarnos análisis frecuentes para prevenir la salud, ni alimentarnos biológicamente o tomar infusiones de plantas medicinales como garantía de plenitud y longevidad. Hay nuevos conceptos médicos que nos obligan a considerar opciones que hasta hace pocos años ni siquiera pensábamos que existían. Desde que las religiones intentaron conectarnos con Dios y los ecologistas con la naturaleza, ninguna ciencia hasta ahora había conseguido unir ambas doctrinas.

Nuestro papel en el universo ya no es el de meros espectadores de su grandiosidad y complejidad, ya que la interconexión que existe entre todos los seres vivos, incluidos los hombres, obliga a considerar este macrouniverso si queremos curarnos de modo definitivo y rápido. La mente y su compañera etérea el alma, deben figurar desde ahora en cualquier terapia que pretenda resolver de modo más inocuo y eficaz las enfermedades, al mismo tiempo que nuevos conceptos como la física de las partículas y las vibraciones, así como los efectos de las ondas sonoras y lumínicas, deben ser tenidos en cuenta para comprender las enfermedades y su etiología.

El trato más humano con el terapeuta, la creencia en la curación, y la utilización de cualquiera de los remedios que la naturaleza nos pone a nuestro alcance, constituyen la trilogía curativa anexa a la medicina cuántica.
La medicina cuántica no se burla de las religiones, las tiene en cuenta; no desprecia a la metafísica, la estudia, y no considera negativos a los medicamentos, utilizándolos si es necesario. Tampoco minimiza los efectos curativos de la relajación, la meditación, los masajes o la armonización de los chacras, sino que los incorpora a su arsenal terapéutico.
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‘Medicina Ortomolecular’

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Desde que en 1928 Albert Szent Gvordyi, profesor de Química de la Universidad de Budapest, aisló la vitamina C del pimiento verde, y por cuyo descubrimiento (hubo otros), le dieron el premio Nobel de Medicina y Fisiología en 1937, hasta hoy, la importancia de los nutrientes esenciales en la salud humana ha cobrado creciente interés. Pero también hubo otros investigadores que aislaron lo que posteriormente se denominó como vitaminas, entre ellos Casimiro Funk, quien aseguró a principios del siglo XX que si faltaban en la dieta ciertas sustancias se producían determinadas alteraciones. Estudió el beriberi, una enfermedad hasta entonces incurable y que afectaba al sistema nervioso, y encontró un producto que adicionado a la dieta en cantidades pequeñísimas, evitaba la aparición de la enfermedad.

El término vitaminas, pues, se lo debemos a él, aunque se equivocó al englobar a todas en este grupo, quizá porque creyó que en cada una de ellas había siempre un radical amina, deduciendo que estos elementos eran esenciales para la vida. Más tarde se comprobó que pocos de estos compuestos eran aminas, pero se siguió utilizando el nombre porque ya su difusión era universal. Hoy en día, hasta los médicos se refieren a las vitaminas como aquellos elementos presentes en los alimentos que deben ser ingeridos regularmente para conservar la salud, y en ocasiones, la vida.
Pero ¿qué ha ocurrido para que estos nutrientes básicos hayan sido apartados de las recetas médicas habituales? ¿Cómo han podido pasar de ser uno de los pilares de la salud, a ser los grandes ignorados por los médicos? Paradójicamente, y aunque casi han desaparecido de las estanterías de las farmacias y apenas si existen recetas otorgadas por los médicos, “las vitaminas” están ahora más alcance del público que nunca; hasta los supermercados las ofrecen en atractivos envases y a precios económicos. La razón para esta aparente incongruencia médica es sencilla: si no sirven para casi nada ¿para qué recetarlas? Y si son inocuas, deberán estar junto a los alimentos de uso cotidiano.


Por ello, a finales de la década de los 70 apenas si había alguien que diera importancia a estos nutrientes esenciales, y mucho menos a otros similares como los oligoelementos, las enzimas, los aminoácidos o los antioxidantes, sustancias todas condenadas al olvido en favor de los poderosos fármacos con los cuales aseguran poder curar cualquier enfermedad.
Afortunadamente la medicina natural ha aprovechado este desinterés “científico”, y nuevos investigadores no ligados a intereses de los laboratorios especializados en la química, están sacando conclusiones esperanzadoras para el tratamiento de numerosas enfermedades mediante lo que se denomina como Medicina Ortomolecular.



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